Gran imaginación y una buena dosis de inteligencia, infiltración,
interceptación de comunicaciones y espionaje satelital y mucho coraje hicieron
posible el operativo que terminó con el rescate de los secuestrados. Como si
fuera el guión de la mejor película de acción, el Ejército planeó este audaz
golpe y copió ideas ingeniosas del enemigo para hacer su rescate.
Las experiencias de rescate anteriores no habían
sido felices y esta vez no podían fallar. Entonces, según contó una fuente de
inteligencia, fue cuando se les ocurrió inspirarse en la operación más
sofisticada que jamás había hecho la guerrilla. Fue la trampa que les tendieron
las FARC a los diputados de la Asamblea del Valle. Les hicieron creer que eran
la autoridad y los estaban salvando de una situación de riesgo en el palacio de
la Asamblea en pleno centro de Cali. Todos los funcionarios se subieron al bus
sin oponer la menor resistencia y salieron de la ciudad. En realidad eran los
guerrilleros que estaban secuestrándolos.
Con
esto en mente se inició la fase final de la Operación Jaque.
Como los secuestrados estaban
separados en tres grupos aislados, a través de la infiltración de las
comunicaciones del Secretariado, se logró convencer a alias "Cesar",
de que era necesario reunirlos a todos en un solo sitio para así poder
trasladarlos juntos al sur del país. Allí quedarían, supuestamente, a órdenes de
Alfonso Cano, máximo comandante de las FARC tras la muerte de Manuel Marulanda.
De esta manera se coordinó con
"Cesar" para que los secuestrados fueran llevados a un lugar sobre el
río Apaporis, entre Guaviare y Vaupés, donde serían recogidos por un
helicóptero contratado. En realidad, tanto el aparato como sus tripulantes eran
agentes encubiertos de inteligencia del Ejército. La osadía de la operación
llegó hasta el punto de convencer al propio "Cesar" de que era
necesario que él y uno de sus lugartenientes viajaran también en el helicóptero
para entregar a los plagiados a su jefe. Los secuestrados fueron subidos al
helicóptero atados de pies y manos.
Una vez la aeronave tomó vuelo, los
dos guerrilleros fueron neutralizados y los quince secuestrados fueron informados
que acababan de ser liberados. "Somos del Ejército nacional" anunció
uno de los tripulantes, según relató Ingrid Betancourt en sus primeras
declaraciones a las emisoras del Ejército. Ya no volarían hacia otro campamento
guerrillero, sino hacia una base militar del ejército colombiano en San José
del Guaviare. Posteriormente un avión los llevó al aeropuerto militar de Catam
en Bogotá.
El ejército optó por no disparar ni
intentar capturar a los otros miembros del grupo de "Cesar", unos 15
hombres, que escoltaron la entrega hasta el helicóptero para evitar una
situación de riesgo. "Esta
operación no tiene precedentes y ha pasado a la historia por su audacia y efectividad.
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